miércoles, 22 de abril de 2015

CASA URQUIAGA


La sola idea de un museo dentro de una casona colonial construida a finales de 1500, y que perteneció a uno de los “cuatro vecinos” (denominación de las familias más importantes y antiguas de Trujillo) me pareció llamativo, especialmente porque vivo aquí desde hace siete años y nunca había escuchado algo parecido. Si sabía de la herencia española alrededor de la ciudad, pero desconocía que hubiera salas restauradas mostrando la vida de aquellos tiempos a través de sus salones y pasajes, así que me dediqué a investigar un poco más y me sorprendió enterarme que la Casa Urquiaga se encuentra en el mismo corazón de Trujillo.
Ingresamos y tres guardias más nos observan del otro lado de una blanca reja que nos bloquea el acceso. El motivo del exceso de seguridad es que en la casa Urquiaga funciona también el Banco Central de Reserva, entidad que tiene potestad sobre la fachada y que no ha escatimado esfuerzos para restaurarla casi en su totalidad, y que gentilmente nos regala una ventana al Trujillo de otro tiempo. Por tal detalle les estamos agradecidos.


Después de identificarnos debidamente y de ser informados de los “Qué hacer” y los “Qué no hacer” y especialmente de los “No tocar” pasamos por un amplio patio de entrada, donde nos recibe Nathaly y con una sonrisa nos da la bienvenida. Rápidamente llamó nuestra atención un salón que se habría con donaire delante de nosotros, con una araña de cristal y dos espejos de bordes dorados. “Este es el salón de caballeros” Nathaly se anticipa a nuestros pensamientos y nos lleva a través de una tradicional y elegante rendez-vous colonial, entre charlas de política y conquista. Las paredes están revestidas por un verde pálido, que le da un sutil toque de elegancia. A ambos lados se disponen unas sillas que solían pertenecer a otro lugar de la casa, ya que las sillas del salón de caballeros tenían un aspecto más recio. Una pequeña puerta de madera a uno de los lados resulta intrigante, es el oratorio, trato de escabullirme pero un cordón blanco me niega la entrada, y nuestra guía nos ayuda a imaginar las dimensiones mientras nos recalca la relevancia de la religión católica en las familias españolas por aquellos tiempos.

La siguiente habitación es el salón de damas y los matices cambian por completo, es una habitación mucho más colorida, de paredes granates con adornos blancos y alfombras alegres, que animan a una conversación amena y coloquial.
  
Nuestra siguiente parada es un patio decorativo con una pileta en el medio, y nos sorprendemos al enterarnos que nuestros pies están sobre el piso original de 1534. Nuestro viaje a través del tiempo nos traslada al cuarto de invitados, la única habitación habilitada para el público. La distribución a primera vista nos deja encandilados: Una amplia habitación con una cama en el centro, un caminito de objetos de aseo personal de antaño nos conducen hasta el impecable lavamanos. Del otro lado una sombrilla de mano
descansa armoniosamente en el piso, y centímetros más allá un juego de damas de porcelana y madera posa para nosotros. Nos desesperamos por sacar una toma que esté a la altura. La cereza del postre fue enterarnos que en aquella habitación se había hospedado Simón Bolívar.

  


El comedor iluminado nos espera, con el sol derramándose por las ventanas. Aquí es donde mi compañera y yo dejamos que nuestros gustos tomen el papel protagónico. Ella se dirige hacia la fabulosa vajilla en el centro de la habitación, donde se eleva orgulloso un regalo del Libertador para agradecer su estancia, mientras que mis pies me llevan hasta un reloj inglés de salón que descansa en un rincón.



Las pinturas de toda la casona merecen una mención especial, y quizás la que más nos impactó fue una ubicada en un pequeño pasadizo interior que anexaba el comedor con el salón de té, donde un romano sujetaba con una soga las manos de Jesús mientras otro lo azotaba sin piedad en el suelo, marcando su espalda con tal fuerza que hacían surcos uniformes. Como sospechábamos esa pintura también había sido cambiada de lugar y solía estar en el oratorio.


  

Para concretar una visita de ensueño, el Banco Central de Reserva ha anexado un par de salas de exhibición en la parte de atrás donde cualquier amante de la numismática se sentiría maravillado. Monedas y billetes únicos, de la colección del banco, tanto conmemorativas como los antiguos soles y los reales.
Estábamos por dirigirnos hacia la salida cuando Nathaly nos llevó por un pasadizo de caballería que no habíamos visto hasta un amplio salón, donde descansaba lo que consideramos es la “perla de la ostra”: Un escritorio de tinta utilizado también por Simón Bolívar y que muestra orgulloso algunos moribundos ejemplares de la biblia y la legislación del Perú de tiempo que ya no vuelven. ¡Una auténtica rareza!
Concluido el recorrido agradecemos la hospitalidad de nuestra guía que nos recuerda que está disponible para hacer el servicio de guiado de 9:15 AM hasta las 3:00 PM, aunque se toma su (merecido) descanso de 1:00 a 2:00, y que, por si no fuera suficiente, también realiza el servicio en inglés, y un recorrido especial para los niños, de una manera mucho más narrativa. Mejor manera de enseñarle a nuestros hijos sobre la historia colonial no se nos ocurre.

Y así concluye nuestra visita al Museo del Banco central de reserva o la Casa Urquiaga. Una verdadera máquina del tiempo en pleno centro, a vista y alcance de todos. Un lugar imperdible.



2 comentarios:

  1. me podrian decir el nombre completo de Karol, la guia que actualmente trabaja ahi? si fueran tan amables se los agradeceria !

    ResponderBorrar
  2. me podrian decir el nombre completo de Karol, la guia que actualmente trabaja ahi? si fueran tan amables se los agradeceria !

    ResponderBorrar